El complejo panorama para el agro ante el avance de la industria forestal
El complejo panorama para el agro ante el avance de la industria forestal
Según un estudio generado en el Magíster en Economía de Recursos Naturales de la Universidad de Concepción, la renta forestal puede ser cuatro o cinco veces más alta que la renta agrícola por hectárea.
La Discusión
En la Región del Bío Bío, la actividad forestal tiene una gran importancia económica. De hecho, en ella se concentra el 42% de las plantaciones del país, lo que le ha valido el apelativo de “Región forestal”, sin embargo, esta región también se caracteriza por mostrar altos niveles de pobreza, bajos niveles de crecimiento económico, el mayor número de campamentos, altas tasas de desocupación y empleos de muy mala calidad, es decir, con bajos salarios y gran informalidad.
Para muchos, el rápido avance de la industria forestal es un factor de empobrecimiento de la población, así como también, representaría una amenaza al desarrollo agrícola y un freno importante al desafío de ser potencia agroalimentaria.
Según el Censo Agropecuario de 2007 desarrollado por el Instituto Nacional de Estadísticas, mientras la superficie de plantaciones forestales se incrementó en un 72,7% en diez años, al pasar de 770 mil hectáreas en 1997 a 1 millón 330 mil hectáreas en 2007; la superficie agropecuaria con actividad disminuyó un 31,7% en el mismo periodo, al pasar de 2 millones 616 mil hectáreas a 1 millón 786 mil hectáreas.
En estas cifras, la Provincia de Ñuble es un actor importante, pues concentra 353 mil hectáreas forestales y 765 mil hectáreas agropecuarias.
La actividad forestal es, además, responsable del 72,9% de las exportaciones de la Región del Bío Bío, mientras que los envíos agropecuarios representaron un 8,7% del total.
Sin embargo, esta riqueza no se queda en la gente, aseguró Carlos Smith, secretario de la Asociación Gremial de Agricultores de Ñuble. “Se pensó que la actividad forestal iba a traer riqueza, pero trajo riqueza sólo a cuatro familias, es decir, este sector no genera empleos, sólo genera pobreza”, diagnóstico que es compartido por varios alcaldes de comunas con altos índices de forestación.
Y es que gracias al Decreto Ley 701, mediante el cual el Estado subsidió a las empresas que plantaran, la industria forestal creció vertiginosamente en Chile y los pinos y eucaliptos comenzaron a cambiar el paisaje de diversas zonas, particularmente de esta región.
Respecto de este punto, Smith destacó el aporte que ha hecho este sector en suelos erosionados o degradados, así como también en la precordillera, en una cota donde la actividad agrícola no es viable, sin embargo, criticó aquellos casos en que se han utilizado suelos con aptitud agrícola para la plantación forestal. “Es algo que se ha visto en Pemuco, Yungay y El Carmen, por ejemplo”.
Impacto en el mundo rural
El dirigente gremial comentó que en periodos de bajos precios agrícolas, los pequeños productores son vulnerables al avance forestal, pues en algunos casos terminan vendiendo sus predios a las empresas o bien, optan por plantar eucaliptos en suelos donde antes sembraban trigo, maíz o remolacha, principalmente en el secano interior.
Ocurrió en el área de riego del canal Laja-Diguillín, una millonaria obra que se construyó pensando en asegurar el riego en una vasta zona del valle, sin embargo, muchas de esas hectáreas hoy son forestales.
“Muchas veces, esas personas que venden sus tierras a las forestales, emigran a la ciudad a desempeñarse en otro trabajo, engrosando las tasas de cesantía”, agregó Smith, dando cuenta de un fenómeno de migración campo-ciudad que no sólo genera desempleo, sino que también el abandono de ciertas tradiciones, la reducción de la matrícula escolar en escuelas rurales, la disminución de la población activa en el campo y aumenta la presión por demanda de servicios en las ciudades.
Luego de constatar este fenómeno y cruzarlo con las dificultades que enfrenta el agro en la región, particularmente los cultivos tradicionales, resurge la pregunta respecto de la eventual amenaza que representa la industria forestal.
Para el economista de la Universidad de Concepción y subdirector del Núcleo Milenio de Economía Ambiental, Hugo Salgado, no existe claridad sobre cuál sería la situación de las comunidades campesinas si no existiera la actividad forestal.
“En mi opinión, no es posible culpar a la actividad forestal del estado actual de las comunidades campesinas. Por ejemplo, no es posible culpar a esta actividad de toda la migración campo-ciudad que existe, ya que es muy probable que esta se hubiera realizado igual, debido a las oportunidades de empleo y desigual crecimiento urbano-rural. Lo que sí está claro, es que no se observa un beneficio importante para las comunidades rurales debido a la actividad forestal que las rodea. Existen algunas externalidades positivas, tales como algunos caminos forestales y algunas fuentes de empleo, pero la mayor parte de los beneficios de la actividad no quedan en las comunidades, lo que da la impresión de un desarrollo forestal poco sustentable desde el punto de vista social. Esto involucra un desafío para las grandes empresas forestales, en el que ellas están trabajando”, planteó Salgado.
En esa misma línea, Smith agregó que la industria forestal no incorpora mayor valor agregado a su producción y exporta principalmente materias primas e insumos.
Uso del suelo
Pero para ser justos, una cosa es que la industria forestal sea generadora de pobreza y otra muy distinta es que sea una amenaza para la agricultura.
“A mi parecer, la agricultura se ha visto afectada por una serie de razones, entre las que se incluyen los bajos precios de los productos importados, el bajo valor del dólar, las condiciones ambientales contrarias, entre otras”, manifestó Salgado, quien enfatizó en que aún cuando la actividad forestal significa para la actividad agrícola una competencia por el uso de los terrenos, “no me parece que ésta sea la culpable del estado de la actividad agrícola”.
Y es que la industria forestal se ha visto tan fortalecida por su desarrollo exportador, que requiere cada vez más terrenos para plantar, lo que la ha obligado a posar sus ojos en los suelos con aptitud agrícola, sin que exista un impedimento legal para que ello se concrete.
Por ello no son pocos los pequeños propietarios que han optado por plantar, acogiéndose a un subsidio estatal que favorece esta actividad, en el entendido que se trata de un negocio a largo plazo (por lo menos, hay que esperar 12 años para cosechar un eucalipto).
Y las razones para cambiar abundan: según un estudio generado en el Magíster en Economía de Recursos Naturales de la Universidad de Concepción, la renta forestal puede ser cuatro o cinco veces más alta que la renta agrícola por hectárea.
Y el proceso es irreversible. Carlos Smith subraya el hecho que un predio que se ha plantado es muy difícil que vuelva a ser agrícola, principalmente, porque es muy caro hacer la recoversión, además de otros aspectos ambientales, como la acidificación del suelo.
Potencia agroalimentaria
Frente a esta desigualdad, Smith apunta al abandono en que el Estado dejó el agro, lo que se traduce en la falta de políticas de fomento y en general, en la desprotección frente a amenazas como el ingreso de importaciones a bajo valor.
“En este país no existe una preocupación por preservar la actividad agrícola, no existen incentivos o subsidios, y es algo que no tiene que ver con este gobierno en particular, sino con todos los gobiernos”, sostuvo el dirigente, quien afirmó que en el actual escenario, será muy difícil ser potencia agroalimentaria, si en un país donde los suelos agrícolas son escasos, se siguen restando predios para convertirlos a la actividad forestal.
Pero Hugo Salgado prefiere concentrarse en las debilidades del agro: “el desafío de ser potencia agroalimentaria no pasa por limitar a la industria forestal. Para ser potencia en este ámbito se requiere aumentar la innovación y la productividad del sector agrícola, generar productos más competitivos y de mayor valor agregado. Desde este punto de vista, es perfectamente posible lograr convertirse en potencia agroalimentaria, y seguir siendo una potencia forestal en Latinoamérica”.
Y si bien Smith no pide que se limite el desarrollo forestal, sí demanda que el Estado le dé proyección y sustentabilidad al sector agrícola. “No estamos pidiendo un decreto ley 701 para la agricultura, pero sí que existan políticas de apoyo y que el Gobierno no tenga que esperar que los agricultores nos tomemos la carretera para reaccionar frente a situaciones que estamos advirtiendo hace tiempo, como lo que ocurrió con la importación de maíz partido desde Argentina”.
La visión de Salgado representa una mirada optimista y sin sesgos frente a lo que debiera ser el futuro de la agricultura: “si el país considera que es posible generar una industria agroalimentaria involucrando a los pequeños propietarios, es perfectamente posible pensar en un sistema de incentivos similares a los de la industria forestal. El problema es que generar una industria agroalimentaria competitiva a nivel latinoamericano es mucho más dificil que lo que se ha logrado con la industria forestal, ya que en esa área no tenemos grandes ventajas naturales a nivel internacional, por lo que se requiere desarrollar ventajas competitivas que permitan desarrollar esta área y posicionarse a nivel internacional. Me parece una tarea difícil, pero no imposible”.
FUENTE: https://www.lignum.cl/noticias/index.php?id=23689